A raíz de Esnorquel, Marti Manen y yo nos conocimos por mail. A una primera toma de contacto siguieron más mails en los que la relación entre arte y literatura se presentó como uno de los grandes intereses comunes. Un vínculo, el de literatura y arte que, gracias a algunas recomendaciones suyas, aparecía como algo efectivo y no como una posibilidad desde la ausencia en otros contextos literarios. Los personajes que habitan la literatura española todavía no saben qué es el arte contemporáneo. Como tampoco se pasean por las salas de sus museos o galerías, tienen amigos comisarios o son aquellos que colocan las piezas durante el montaje de exposiciones. En ese ir y venir de mail con ideas sueltas apareció Cómo contarlo todo sin saber cómo a raíz de una exposición homónima de Marti Manen en el CA2M que dividía el proyecto en dos tiempos y dos espacios con una gramática y una recepción diferentes. La novela supuso, desde el arte contemporáneo, una interpretación en clave de ficción de varias decenas de obras que el comisario, sin pretender ser escritor, pudo manipular en beneficio del relato. Algunas seguían conservando su valor incial como obras de arte; otras se convirtieron en un paisaje para otra historia de un desencuentro epistolar que demostraba que todavía quedan cosas por hacer. Tanto dentro de la literatura como del arte.
Con veinte años de trayectoria profesional, hablar con Marti Manen se convierte en un ejercicio en el que recuperar genealogías y entender las derivas de muchas de las prácticas artísticas que ahora son habituales en la ciudad de Barcelona. Su proyecto Sala Hab consistió en la reconversión de su propia habitación en una sala de exposiciones. A veces a través de proyectos comisariales sin obra o sin artistas que, como tantas piezas, tienen la capaz de existir cada vez que alguien los cuenta. A este espacio doméstico con estrategia intitucional le seguiría Take Away, una serie de exposiciones que sólo tenían lugar si el espectador -usuario sería un término más preciso- decidía montar o no donde y cuándo él lo eligiese. Al lado de estos proyectos que, tras varios años, no han perdido su carácter experimental, el trabajo comisarial de Marti Manen es también un trabajo alrededor de la exposición como medio y como un territorio de posibilidades que, contradictoriamente, ha desembocado en patrones gramaticales poco flexibles y en un sometimiento a la objetividad por parte de algo tan subjetivo como el relato comisarial. Recuperando la noción de texto en relación a la exposición, El texto: principios y salidas es el proyecto actual en el que, con David Armengol, ambos comisarios practican una relectura de los códigos expositivos que no entiende tanto esta noción de texto desde una perspectiva estructuralista sino de manera explícita, desde los géneros y códigos de la narrativa. Todo ello movido por un deseo. El de hacer con las exposiciones lo mismo que hacemos con los libros: llevárnoslas a la cama, antes de dormir.