#23
Antonio Gagliano
03.11.2014 descargar

Para los que entramos en el circuito del arte contemporáneo -sea lo que signifique esta taxonomía cultural-  apenas inaugurado el siglo XXI, el protagonismo del archivo era tan grande que parecía que el archivo siempre hubiera estado ahí, como epicentro, como estructura oculta, como punto de arranque o de destino  para muchas prácticas artísticas. Este archivo era, sin embargo aunque no siempre, un archivo con la textura del cubo blanco. Un archivo sin el desconcierto de la memoria oculta, sin documentos accesibles después de las vitrinas y sin los protocolos habituales de la archivística prosaica. Ironías del discurso, muchos disertábamos sobre el archivo sin apenas haber entrado en alguno. Este archivo, estético, discursivo y autorreferencial, no es el tipo de archivo que está en la producción de Antonio Gagliano. Están esos otros archivos, los que existen sin prestar atención a las preferencias teóricas del arte. Rescatar el archivo a través de los documentos que contiene y no mediante el dispositivo que lo organiza.  Rescatar el documento desde una copia que es también un original.

Como una especie de rareza, a veces uno se encuentra antes con la persona que con el artista.  Es más, conocí a Antonio Gagliano como comisario y jurado de un premio en el que ambos participábamos, no como artista. Más tarde descubriría que aquel rol no era una condición permanente sino una posición eventual y consciente que él adoptaba para transitar por un sistema de producción en el que las definiciones son tan necesarias como imprecisas. Con el paso del tiempo conocería una práctica artística que combinaba la escritura vertiginosa de la historia a través de sus anécdotas -constelaciónes para un diagrama infinito- con un uso del dibujo que trascendía el virtuosismo de la técnica para convertir en protagonista aquello aparentemente secundario. Sus últimos proyectos, Buno y El Espíritu del Siglo XX producen una metamorfosis en nuestra concepción habitual de la noción de copia. Frente a una copia que reproduce un original, el original ahora procede de la copia gracias a un ejercicio de realismo artesanal que también convierte los documentos en artefactos estéticos. Este original que es una copia no propone una desviación del documento hacia el estatus aurático de la obra de arte. Por el contrario, es un punto de acceso para una información que, de otro modo, permanecería oculta a causa de los protocolos administrativos de algunos archivos.  El original, que existe en el mundo desde la problemática de la unicidad y la singularidad de aquello que sólo aparece una vez, se asocia con la copia para  sacar al documento del archivo sin introducir los protocolos del archivo dentro de la exposición. La historia, que transita por el tiempo a través de la jerarquía de lo memorable, emerge también en otros lugares, como un anecdotario ilimitado que nos seduce por su proximidad con aquello inverosímil.