#25
Alberto Calvete
14.04.2015 descargar

Existen muchas historias extraídas de los procesos de montaje, historias que suelen aparecer durante el montaje de una exposición, cuando una situación presente nos devuelve a las anécdotas de un pasado en similares condiciones. Entre la aparición de las primeras ideas de una exposición y la fase de montaje pasan varios meses. Sin embargo, es durante el montaje cuando todo ese trabajo colectivo acumulado aterriza en la dimensión física de un mundo que también impone sus condiciones. No en vano todas esas historias que derivan de los procesos de montaje suelen remarcar situaciones relacionadas con la dificultad de encajar ideas y expectativas previas dentro de las condiciones materiales de espacios y procesos concretos, generando una rumorología que, en muchos casos, contiene episodios de proximidad con la catástrofe. La historia del arte contemporáneo ha sido contada de muchas maneras. Falta, quizás, una historia del arte contada desde el montaje. Y desde sus montadores.

Alberto Calvete y yo nos conocimos gracias al montaje de una exposición, un proceso que duró más de una semana y que supone una excepción dentro de esa norma tácita que prevee que en cada exposición ocurre un pequeño desastre, si bien este siempre se resuelve y se convierte en un recuerdo desprovisto de la tensión del momento. Durante aquellos días se sucedieron anécdotas de montajes pasados que pusieron de manifiesto que, frente a la voluntad de visibilidad del arte, hay muchas experiencias del contexto que no son visibles y sólo existen desde la oralidad de su tranmisión de unos a otros. Experiencias que sólo conocen aquellos que participan activamente dentro de un proyecto expositivo. El momento de la inauguración de una exposición supone el momento de su apertura al público, pero también el final de un proceso y un “estar juntos” irrepetible. Será que, como dice Alberto, ” la inauguración es también el momento en el que la exposición se vuelve aburrida”