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Mireia Sallarès
03.08.2015 descargar

Dice Chris Kraus que “contar una historia es un acto de amor”. Más allá de la condición emocional que acompaña nuestra capacidad de narrar el mundo al mismo tiempo que nos autonarramos con él,  podríamos aifrmar que el amor es un acto. Y no tanto porque sólo pueda materializarse a través de la acción sino porque del amor (de otros, pero también del nuestro) sólo podemos percibir los actos que lo acompañan. Actos que funcionan como huellas de un sentimiento tan individual como colectivo y que, recuperando a Barthes convierten al enamorado en un “semiólgo salvaje en estado puro”, alguien que vive a la caza y captura del enésimo signo como mecanismo de orientación y deriva emocional. Es por esta dependencia del amor hacia el acto que sus manifestaciones son tan necesarias como inevitables.

Hay además una fuerte vinculación entre el lenguaje y el amor. Como dice Mireia Sallarès, para manifestarse en el mundo, el amor tiene que ser declarado. La declaración, en su condición de acto, está además sujeta a otro concepto: el de la verdad. Como en el amor, las manifestaciones de la verdad también pasan por la palabra. La verdad se funda tanto en el deseo como en la necesidad de creer que aquello que se nos dice es cierto, de que existe la posibilidad para unos acuerdos básicos que nos permitan relacionarnos con los demás. Acuerdos cuyo incumplimiento ha derivado en un desprestigio y en una crisis, tanto de la noción de verdad como la de amor. Con su Trilogía de los conceptos basura, Mireia Sallarès reclama la importancia y la necesidad de volver a  grandes temas que no han desaparecido pero que han sido relativamente silenciados en el pensamiento contemporáneo. Como todos los trabajos de Mireia, esta trilogía que relaciona verdad, amor y trabajo parte de experiencias anteriores en primera persona y no necesariamente vinculadas a la práctica artística. O que asumen como parte del proceso artístico aquello que nos sudece incluso cuando no creíamos estar trabajando. Es más, volviendo a la cita inicial de Cris Kraus, podría relacionarse el trabajo de Mireia Sallarès con ese acto de amor implícito en el acontecimiento narrativo a través de muchas historias -a veces propias, a veces de otros- que conforman lo que Mireia ha denominado la “vida vivida”, una vida que no es sólo lo que nos ocurre sino lo que hacemos con aquello que nos ocurre.