#32
Irina Mutt
16.04.2016 descargar

A Irina Mutt y a mí nos gusta decir que nos conocimos discutiendo. Y por discutir aquí se entiende tener opiniones diferentes en algunos debates públicos. Opiniones distintas en cuanto a matices y no tanto con respecto a una manera general de entender la práctica artística y comisarial, también muchos otros aspectos de la vida, durante esa conversación ininterrumpida e hipertextual en la que se sostienen las relaciones interpersonales.De hecho, desde hace tiempo estamos bastante de acuerdo en todo. En nuestros encuentros una palabra que ha aparecido es frecuentemente es feminismo -a veces desde la preocupación, otras desde la ironía, el sarcasmo, el amor o el empacho-. Se repite la dificultad que nos produce el término a la hora de ser puesto en práctica de manera efectiva y real en nuestros modos de trabajar, ser y pensar. ¿Cómo trabajar en arte de manera feminista y no usando el feminismo como un discurso con el que uno se viste públicamente? Otra palabra que se repite constatemente es procrastinación, desde ese sentimiento de culpa compartido por el hecho de estar siempre desviando nuestra atención de un supuesto asunto central. Sin embargo, como dice Irina, la procrastinación puede ser ilustrada, una manera de anticipar cosas que luego serán protagonistas en nuestras vidas. Una manera de ganar tiempo y no de perderlo.

El tiempo invertido fue la primera exposición de Irina Mutt como comisaria, un proyecto en el que la idea de proceso no tenía mucho que ver con el carácter higiénico y triunfalista que normalmente acompaña el término. Una idea que reconstruye las experiencias extraviando todo aquello que resulta incómodo o desagradable. También los sentimientos que explotan y colisionan al trabajar con otros y entre nosotros mientras la vida se nos echa encima con cosas que aparentemente no tienen que ver con el trabajo comisarial y artístico. Por ejemplo, rupturas sentimentales, problemas de conexión con Internet o gatos que se caen por la ventana. En El tiempo invertido Irina Mutt abandonó la sobreidentificación entre comisariado y discurso -un paradigma que hemos asumido como inalterable-, colocando una serie de post-its sobre la pared en los que aparecían frases que resumían situaciones pragmáticas o emocionales que aparecen cuando trabajamos, muchas veces rozando lo absurdo de manera consciente. De hecho, aquello que se considera residual en los procesos de trabajo y que nunca presentamos en público, suele ser lo más importante, aquello que condiciona totalmente nuestra experiencia de las cosas.  Algo que resume muy Irina cuando dice “yo no escribo igual si se me ha muerto el gato o he discutido con mi pareja“.