El primer contacto con un artista de otro contexto suele ser a través de alguna obra y, por consiguiente, dentro de esa actitud en diferido que practicamos como espectadores de arte. Sucede con las reglas, también en aquellas presentes a través de su omisión explícita, que siempre hay excepciones. Conocer a Regina de Miguel fue una de ellas porque tanto la artista como la persona aparecieron a la vez con motivo de una entrevista que tuvo lugar hace dos años. Entrevistar a una artista de la que no se conoce previamente su trabajo también es otra excepción a una regla tácita. Aquel sería el primero de muchos encuentros con una artista que, además de por su rigurosa metodología de trabajo o por sus continuas infiltraciones en contextos donde el artista aparece incialmente como uno intruso, destaca por uno de esos términos que parecen estar prohibidos al referirnos al arte: pasión. En este caso, la del artista hacia sus focos de interés, hacia su propia práctica y hacia todas aquellas cuestiones que atañen la producción cultural dentro de un sistema económico que tiende a respaldarla en función de unos intereses frecuentemente opuestos a los de tantos artistas y agentes culturales.
Tras aquella primera toma de contacto con Regina de Miguel apareció Nouvelle Science Vague Fiction, un trabajo audiovisual que presentaba un espacio narrativo de confluencia de muchos de los intereses de la artista y que, debido a esa pluralidad de contenidos y materiales, demostraba una metodología de trabajo a largo plazo cuyo proceso de investigación transitaba por diferentes disciplinas científicas. NSVF dejaba intuir también una nueva condición outsider para el artista: la del interlocutor no profesional -pero con una posición legítima- dentro de campos de conocimiento excluyentes y sin espectadores, cuya comunidad viene definida por la inclusión profesional de sus miembros. Como relato “otro”, NSVF ponía en relación materiales aparentemente sin relación gracias a diferentes comparativas visuales, demostrando la validez de la estética a la hora de generar un lenguaje capaz de funcionar más allá de la palabra sin por ello tener que prescindir de lo textual.
Aquella entrevista incial, unida a un análisis más profundo de NVSF con motivo de un texto, significó el comienzo de una relación atravesada continuamente por el arte y por la conexión personal a través de intereses y emociones comunes. A veces, conocer a un artista significa conocer su trabajo desde cierta distancia: otras, significa conocer cómo piensa desde una proximidad emocional. A NSVF le seguiría El conocimiento nunca viene solo, un proyecto centrado en una cualidad constitutiva del conocimiento: su carácter híbrido. También en los condicionantes de producción de dicho conocimiento, en oposición a esa supuesta imparcialidad y objetividad en todo aquello que pertenece al ámbito científico. El desierto de Atacama, en Chile, se convierte aquí en un caso de estudio -llegando a ser un statement personal para la artista- debido a su particular situación como nodo de diferentes problemáticas que, a pesar de compartir el mismo territorio, parecen existir de manera autónoma y excluyente. Consciente de la dimensión representacional del arte, Regina de Miguel construye aquí un relato que procede por solapamiento y que entiende el territorio como una ecuación de sucesivas variantes. En cada proyecto de la artista pueden rastrearse puntos de conexión, tanto con el anterior como con el siguiente. Si bien estas conexiones parten quizás de cuestiones secundarias en cada uno de los proyectos, establecen una línea de continuidad que intercambia la concreción de un tema por ensamblajes centrados en la invisibilidad de las relaciones. Y en la fragilidad como una forma de resistencia contra un conocimiento que opera desde la solidez ilusioria de la objetividad.