Dentro de una conversación en la que los momentos fundacionales aparecen tanto desde su afirmación como desde su negación, podría establecer una primera toma de contacto con Lluís Nacenta hace dos años, en un seminario que cuestionaba la temporalidad lineal con la que generalmente se piensa y se construye la música. Seguramente nos conocimos antes, pero aquella fue la primera vez que pensamos -y discutimos- juntos. Si bien este primer encuentro hizo que ubicase a Lluís en el problemático y escurridizo campo del sonido y de la música, pronto se confirmaría que la compartimentación que hacen de nosotros las taxonomías profesionales son siempre periféricas. Y no tanto porque Lluís Nacenta, además de pensar sonido y música, sea pianista, matemático o profesor, sino porque es una de esas infrecuentes personas que no está delimitada por un único discurso y que, además, es capaz de hacer que la teoría aterrize en el suelo con grandes dosis de sentido del humor.
Es por ello que Intervalo. Acciones Sonoras, un proyecto sobre los contextos de escucha desde un contexto predominantemente visual -el museo-, se presentaba como el pretexto idóneo para mantener una conversación alrededor de la música y el sonido con Lluís. Y digo alrededor porque pensar sobre aquello que trascienden la palabra implica siempre cierto alejamiento a pesar de nuestras intenciones de proximidad con ello. Parafraseando a Carver, esta conversación podría titularse “de qué (no) hablamos cuándo hablamos de música”. Una conversación que, como las piezas de música, es un fragmento de algo más extenso que se compone de muchas otras partes.