Hay algo en hablar que se parece a bailar en cómo unos gestos llevan a otros de manera intuitiva. Aunque el lenguaje no puede -y seguramente no quiere- traducir las experiencias del cuerpo en palabras, hablar hace que también nos podamos mover por diferentes momentos y lugares a la vez. Es más, las conexiones que hacemos con las palabras pueden ser mucho más inesperadas que las que hacemos con los gestos de nuestros cuerpos en una pista de baile. La libertad del movimiento siempre es relativa: depende de por dónde nos movamos, cómo y con quién lo hagamos. El deseo de invitar a Maya Saravia y a Ericka Florez a una conversación juntas surgió desde una curiosidad de no saber qué viene después que también asocio a ritmos rotos que, sin embargo, nunca descuidan el ritmo. A este deseo de juntarnos en el habla, se unieron muchos otros motivos para ir haciendo una conversación de tiempos y distancias discontinuas. Ambas son personas a las que me gusta mucho escuchar y leer hablando de cualquier cosa, pero especialmente desde el baile. Si bien las músicas que nos mueven en las pistas y en la memoria son diferentes entre sí, quizás no lo es tanto la pulsión de ritmo que todas ellas tienen. Existen muchos momentos en los que salsa, reguetón, techno o drum´n´bass se encuentran, por mencionar las que más aparecen cuando hablamos. Uno de esos lugares de encuentro es precisamente el lenguaje. Tanto Ericka como Maya saben hacer bailar las palabras por todas las cosas que mueven mientras las cuentan.
El baile fue el impulso inicial para estar las tres juntas aquí, en un durante incierto. Es un baile que en muchos momentos parece interrumpirse porque otras cosas son -y se sienten- más importantes. Como dice Maya en alguna de sus notas de voz, cuesta querer bailar con tantos muertos encima. O con tantos muertos entre las manos, sosteniendo cada día el teléfono dentro de un mundo hecho para unos pocos pero no para muchos. Como dice Ericka en los últimos minutos, la banda sonora de estos tiempos es quizás un ruido inaudible. Es algo que escribió en un mensaje y le pedí que leyese como punto y seguido. Es el ruido de una violencia de la que muchos participamos como testigos, estando a salvo de ella. Empezamos esta correspondencia en junio de 2024, compartiendo notas de voz desde diferentes lugares y momentos, hasta enero de 2025. Aunque se pierde en la edición, el silencio también es parte de nuestra conversación. Entre una nota y otra pueden pasar semanas o meses. No sólo el baile va y viene, sino nuestras voces y energías. Lo irregular del ritmo quizás se deba a que nuestro intercambio ha tenido lugar durante meses en los que bailar -como tantas otras cosas que hacemos o hacíamos, incluida el arte- nos recuerda la hipocresía de lugares que hablan de comunidad desde una falta de compromiso ético. O que hablan de transformar un mundo al que dan la espalda. Si bien las razones para hablar cambian dentro de una misma conversación, otro motivo para pedirles a Maya y Ericka este encuentro fue el de hacer juntas algo desde las ganas de hacerlo. Pero asumiendo que las ganas se parecen a la música porque también tienen silencios, volúmenes irregulares y ritmos que se mueven de un lugar a otro.
Música y sonidos apropiados y modificados gracias al los archivos compartidos por zuluonedrop, kkz, Xcreenplay y TheLastOneOnEarth dentro de Freesound.